
Patricio Álvarez // Santo Domingo.
"Si hubiera sabido hace 20 años que esta iba ser mi vida, le habría salido corriendo a mi marido cuando lo ví la primera vez. Nada de esto se parece a lo que soñé en mi adolescencia; trabajo como un caballo solo para pagar cuentas.
No tengo tiempo para los muchachos y mucho menos para mí. Soy una persona común y corriente, una de tantas que se pasea sin nada especial que ofrecer " se decía Erika tomando una tasa de café la mañana que cumplió los 35 años.
La festejada no expresaba la más mínima alegría, ni por aquel sol radiante que entraba por su ventana, ni por los regalitos que los niños le habían hecho temprano, con la promesa de que antes del medio día le darían otra sorpresa mayor. Su ánimo era tan gris como el periódico que le llevaba malas noticias a la mesa.
Para colmo de males era el primer día del mes de enero: otro año de fracasos, de logros a medias O de conformidad mediocre la esperaba. Ya lo había sentenciado.
Erika adoraba a sus dos hijos y a su esposo, pero su pesimismo solo era superado por la decisidia que la hacía actuar como una autómata. No podía quejarse, tenía cosas que muchos deseaban, sin embargo sus aspiraciones eran mayores que sus hermosas realidades.
En lo que esperaba "la sorpresa", conectó su computadora. De paseo por
En su labor de limpieza, se topó con un correo que le llamó poderosamente la atención. Su amiga Zaira le compartía un mensaje con las siguientes palabras: "¿Qué dirías en tu última conferencia? El exitoso ingeniero Randy Pausch hizo esta reflexión luego de que su vida diera un giro inesperado".
"Por favor" se burló Erika brevemente del que pensaba iba ser un simple discurso motivacional y otro correo en cadena con la amenaza de 20 años de mala suerte sino lo reenviaba a sus contactos en seguida. Pero no, lo la esperaba era algo muy diferente, hizo clic, vio y escuchó.
Diez minutos más tarde, los pequeños Samuel y Karina le traían una comida sencilla y suculenta en una bandeja, flores rojas en un vasito y una hoja de papel amarillo en la que habían dibujado algo parecido a una muñeca gruñona dentro de un gran corazón, con las palabras "Te amamos Mamá". Lloró y los abrazó.
Su esposo miraba desde un rincón de la habitación lleno de una emoción que hacía años no sentía. Sin dudas su 2009 sería diferente.


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