
Santo Domingo.- Una paletera y un triciclo no son instrumentos para medir el desarrollo macroeconómico del país, y seguro no resuelven el déficit energético, y mucho menos la falta de seguridad ciudadana, pero para dos envejecientes que viven debajo del elevado de la avenida John F. Kennedy esquina Abraham Lincoln serían los medios de producción ideales para aliviar, aunque sea un poco, el estado de indigencia que los mata cada segundo.
Hacemos referencia al caso de la señora Claritza Féliz y Porfirio Saviñón (Plinio), dos seres a los que el destino le ha jugado mal y han tenido que guarecerse debajo de uno de los elevados capitalinos, haciéndolo su hogar, pero con precariedad tal que no cuentan ni para comprar una botella de agua.
Ambos visitaron El Gobierno de
La señora Claritza Féliz proviene del municipio Galván, en Neiva, lugar donde residía con cuatro de sus seis hijos y hace un año se le quemó su casita. Al negarle trabajo por sus 48 años y con una intervención quirúrgica que no le permite estar de pié por más de una hora, tuvo que distribuir sus hijos en casa de parientes y mudarse debajo del elevado en
Pese a que fue operada hacen tres años de una úlcera, Claritza cuenta que lava carros, ayuda a los vendedores de lentes y de vez en mes los obreros cercanos le dan comida.
El caso de Plinio es distinto en procedencia, pero igual en miseria. Proviene de Constanza, donde vivió por mucho años con sus padres y al notar que sus ingresos eran insuficientes para mantenerlos, decidió aventurarse en la capital.
Una vez llegó a Santo Domingo no pudo conseguir trabajo porque en sus 49 años de vida nunca ha portado cédula -el acta de nacimiento se le quemó en un incendio- y declinó por vivir debajo de los elevados. En eso lleva casi cuatro años y se gana la vida recogiendo galones vacíos y llevándolos a un mercado en Villa Consuelo.
“Vivir aquí es vivir en una pocilga; no tenemos agua, sanitario, cocina, comemos de la basura que votan en la plaza Diamond Mall, lavamos cuando llueve y nuestras necesidades las hacemos en fundas”, expresó con lágrimas en sus ojos doña Claritza.
La condición de vida para estas dos personas tiene una sola definición: paupérrimas. Duermen en dos cajas de cartones de unos
“A veces nos acostamos sin cenar porque no encontramos basura que comer. Es triste, pero eso es lo que comemos aquí: basura”, señaló acongojado don Plinio, quien a pesar de su realidad regala sonrisas a sus semejantes.
Agregan que contrario a otros ciudadanos, para ellos los fines de semana les llega en mayor desgracia. Los empleados y obreros que circulan por este elevado dejan de hacerlo los sábados y domingos, por lo que muchas veces estos dos indigentes ven pasar 24 horas sin ingerir si quiera agua.
Legalmente injusto
Pese a que esta pareja no tiene en sus bolsillos “ni con que caerse muertos”, narran que en más de dos ocasiones brigadas del Ayuntamiento del Distrito Nacional les han desmantelado los cartones y los han dejado acostados en el lodo.
Las razones obedecen a que el ADN infiere en que los elevados son obras públicas, por lo que ningún ciudadano tiene derecho a ocuparlos.
Lo grave del caso -afirma don Plinio- es que no nos quieren en los elevados, pero tampoco nos dicen a dónde podemos ir. “A mí no me gusta esto, pero si no tengo otro sitio donde vivir, debo optar por refugiarme debajo de los elevados”.
Doña Claritza contó que hace unas semanas una brigada del Ayuntamiento penetró a sus casuchas y les quitaron los cartones, pero que su perrita, a quien llama Loquilla, intentó defenderlos y el capataz de la brigada sacó una pistola y apuntando el animalito le dijo “hecha esa perra para allá sino quiere que la mate de un balazo”.
Actualmente pululan en las calles de la capital en busca de alimentos para ellos y para los cinco cachorros que trajo al mundo Loquilla y que son los mejores amigos de ambos.
“Loquilla es mi mejor amiga. Amo esa perra”, manifestó sonriente Claritza, quien por un momento olvidó su realidad al mencionar el nombre de su “amiga del alma”.
Posible solución
Tanto Plinio como Claritza afirman que con una ayuda ínfima podrían cambiar su situación y abandonar lo que hoy es su único hogar.
Plinio afirma que con un triciclo podría aumentar el número de galones que vende y con esto alquilar un cuarto en cualquier sector capitalino y subsistir. “Con esto podría salir de aquí y mejorar mi condición”.
Claritza Féliz dice que con una paletera se pondría a vender en cualquier esquina, pagaría una habitación y también saldría del elevado.
Resaltaron que no hacen daño y que en las noches alertan a empleados de la tienda IKEA que pasan en la oscuridad para que estén atentos a los peligros de una sociedad, que además de injusta, es insegura.
Índice de pobreza
De acuerdo al último informe elaborado por
Economistas cercanos al Gobierno aseguran que por efecto de la crisis bancaria del 2003, la pobreza se elevó un 43 por ciento, pero que siete años más tarde bajó a un 34 por ciento, estadísticas que son avaladas por
En el ámbito de la pobreza extrema, ese informe resalta que dominicana ha descendido sus estadísticas de un
Pese a estas cifras que presenta
Por:


No hay comentarios:
Publicar un comentario